Capítulo 1:
Desconciertos
No muchos me conocen, es por eso
que me voy a auto describir. Soy un chico flaco un poco alto, mido más o menos 1,70 m, tengo ojos marrones
oscuros, pelo largo hasta los hombros y de color negro. Soy de pensar mucho. Me
gusta escribir cosas, poemas, poesías o simplemente escrituras. También me
gusta escuchar música. Bueno, empecemos con mi historia.
Todo empieza cuando yo voy
caminando por la calle en un día como cualquier otro. Pero dese el momento en
que me levante, sentía una ligera angustia que iba desde mi garganta hasta mi
pecho. No supe el motivo, por eso me fumaba
un cigarrillo.
Era un sábado. Como siempre, me
levanto, me lavo la cara y desayuno. ¿Qué desayuno? Mates y música. No puedo
levantarme un solo día sin escuchar música a la mañana. La música me ayuda a
despertarme. Prosigamos. Como había dicho, desayuné, y después de escuchar un
poco de música, salí.
Capítulo 2:
Mas Raro Aún
Era un sábado de invierno, yo me
había puesto un pantalón negro, mis borceguíes, mi pulóver de lana y arriba una
campera de cuero negro. Ese día tuve que viajar para comprar un par de cosas.
Era ya la una y cuarto de la tarde y yo ya estaba en el colectivo. Me bajo del
colectivo. Voy caminando por las calles de la cuidad en búsqueda de mis
obligaciones. Camino mirando hacia abajo, y cuando levanto mi vista, miro a uno
de mis amigos en frente mío caminando hacia mí. Cuando ya estamos juntos lo
saludo:
_ ¿Que haces Fer, todo bien?
_ Tomatela pelotudo.
_ ¡Eh! ¿Qué pasa?... ¡Fer! ¡Eh
Fer! ¡Para! ¿Qué te pasa boludo?
_ Tomatela dije, o sos sordo.
Y se fue. No se por qué tuvo esa
reacción tan agresiva, pero lo pensé mientras yo también me iba con ese
malestar en mi garganta.
Seguí haciendo mis cosas. Entre
local y local al que entraba para tratar de conseguir todo lo que había salido
a comprar me fumaba un cigarrillo cada tanto. Un rato después de haber tenido
un cruce bastante raro con Fernando, me encuentro con Pablo que estaba con su
mamá, también de compras:
_ ¿Qué haces Negro? ¿Todo bien?
_ Raja de acá antes de que te de
una patada en el orto.
_ ¡Uh, loco! ¿Primero Fer y
ahora vos? ¿Que les pasa?
_ ¡No te hagas el pelotudo!
¡Tomatela!
_ ¡Pero para! Si ni se que
carajo está pasando…
Se fue y me dejó hablando solo
en la vereda y con mi cigarrillo en la mano.
Sinceramente no entendía nada.
Yo pensaba: “Bueno, tendrán un mal día…” pero se me hacía como que no era lo
único.
Cinco minutos más tarde me llega
un mensaje a mi celular. El mensaje era de Octavio diciéndome que era un forro y
que no volviera a hablarle. No pude contestarle, no tenía crédito en ese
momento. Ya me había puesto triste por todo lo que pasaba.
Vuelvo a mi casa para descansar
y reflexionar sobre lo sucedido. No encontraba explicación alguna. Estaba
totalmente desconcertado.
Capítulo 3:
La Desesperada Búsqueda
Luego de haber descansado una
hora y de haber tomado mates, salgo de nuevo.
Mis amigos me odiaban y me lo
hacían saber cuando me los cruzaba. No tenía idea del por qué y era algo que
tenia que averiguar.
Primero me decidí por ir a la
casa de Macarena y de Nico. Llegué con la esperanza de que Macarena no me
odiara y me pudiera decir algo que me ayudara a saber porque estaban todos así.
Una vez en la puerta, llamo y me atiende ella
_ ¿Qué querés? –Me pregunta-
_ Quiero saber por qué todos me
están haciendo esto.
_ ¡Andate a la mierda pendejo
antes de que te rompa la cabeza a patadas! ¿Me escuchaste? ¡Macarena, cerrá la
puerta!
Gritó Nico acercándose. Ella
cerro la puerta mientras me miraba con mucho odio.
_ Es increíble –pensé- Si esto
no es una joda no se como va a terminar todo…
Me fui caminando bajo el cielo
nublado. Eran como las cuatro de la tarde y me encendí otro cigarrillo.
Por más que iba de puerta en
puerta, me atendían las personas a las que yo quería ver, pero no obtenía lo
que iba a buscar. Una respuesta para entender lo que pasaba, o una simple
pista. Nada de lo que me decían era de ayuda. Nadia me insulto con todas las
letras. Laura no solo me insulto sino que también me abofeteó. Elena y Giuliana
no me abrieron pero si me gritaban desde el otro lado de la puerta. Me cruce
también con Mariano, Iván y Oscar. Si no reaccionaba a tiempo y salía corriendo
me daban una golpiza de la que no iba a ser fácil recuperarme. Y claro, eran más
que yo. Había recibido un llamado de Sebastián poco después de haber corrido.
No solo me dijo que nuestra amistad había terminado, sino que me amenazo de
muerte y cortó. Para esa instancia ya no me sorprendía mucho. Así que no le dí
importancia. Luego decidí ir a la casa de Anabella. Ahí recibí un bombardeo de
palabras unas arriba de otras y atrás de otras, ni siquiera un hola y ni un
chau.
Entristecido de todo me volví a
mi casa sin pista alguna para saber que sucedía y sin esperanzas de hallar
respuestas. Pero cuando estaba llegando me fui para la casa de Antonella que
también me cacheteó y me empujó también.
No entendía el por qué de todo
esto. Así que decidí irme a mi casa de nuevo.
Eran ya las cinco y media de la
tarde. Me siento en frente de mi computadora y abro mi mail. Tenía mensajes de
todos mis amigos, pero no eran para saludarme ni cadenas que me habían enviado.
Todos y cada uno de esos mensajes eran para decirme que nuestra amistad había
acabado.
Siendo ya las seis de la tarde y
muy entristecido me voy para la ciudad de La Plata a disfrutar de la vista. Llego allá como a
las siete y media. El taxi en el que había viajado me deja cerca del puerto y
me dirijo hacia allá para contemplar el mar, aunque sea de noche y por un rato.
Sin saber cómo en ese mismo
lugar aparece Melisa. La miro y ella me mira. El nudo en mi garganta y la sensación en el pecho ya
eran incontrolables y se habían transformado en una completa melancolía. Ella
de repente me dice –Sos un sorete-, se da la media vuelta y se va dejándome
solo bajo el cielo gris que ya había empezado a llover.
Nunca supe que fue lo que paso.
Nunca supe porque todos mis amigos me odiaron. Nunca supe porque en ningún
momento me dijeron algo de lo que yo les había hecho.
Hay una cosa que solo sé, y es
que a partir de ese momento deje de estar vivo porque perdí a todos mis amigos
por algo que nunca pude recordar.