El lugar era muy tétrico, como un cementerio por la noche, y muy tranquilo como un espeso bosque. Estuve esperando cinco minutos hasta que escuché el picaporte de la puerta que daba a la habitación contigua. El hombre que me había atendido, apareció con otra persona a su lado. Me dijo:
_ Si querés comunicarte con el Gran Ángel Caído, vas a necesitar a alguien que sepa mucho más del tema. Te presento a un Hechicero de alto nivel. Él te va a ayudar en todo.
_ Hola. Yo soy Lothus, un gran hechicero. ¿Así que quieres comunicarte con nuestro Señor Terrorífico?
_ Si –le dije-.
_ Bien, entonces tememos que ir al lugar del ritual.
Salimos y empezamos a caminar. Mientras tanto él me preguntaba que es lo que buscaba con exactitud, yo le contestaba sus preguntas, le explicaba mi deseo y admiraba sus sabidurías.
Seguimos caminando un par de minutos y legamos a un lugar totalmente siniestro, terrorífico y escalofriante. Ya era de noche. El lugar era como una cancha de basket, pero abandonada y desierta. Sacó un libro que tenía debajo de su vestimenta muy bien disimulado, y lo dejo en el suelo. Se dirigió hasta un montón de escombros y empezó a sacar los objetos que iban a usarse en el ritual. Me pidió ayuda para acomodar los objetos. Él había dibujado un hexagrama dentro de un círculo y me pidió que me colocara dentro de ella. Me explicó que esto llevaría su tiempo y que iba a experimentar cosas que nunca había experimentado. Entonces le ordené que se diera prisa y que comenzara de una vez con el ritual.
Abrió el libro y buscó la página del ritual en donde estaba escrita la oración que me iba a hacer repetir. Una vez empezado el ritual, no habría vuelta atrás.
Comenzó en ritual. Había repetido la oración ya por segunda vez. Las cosas se tornaban confusas. Yo caía en un estado de profundo sueño. Podía ver a mí alrededor como un aura oscura me rodeaba y me robaba energía. Lothus me decía que me dejase consumir por el aura, que me iba a transportar A los dominios del Señor del Terror y así hablar con él. Cada segundo que pasaba era una agonía completamente mayor a la anterior.
Treinta minutos más tarde yo ya había pasado a ser un cadáver. Estaba muerto, pero mi alma estaba en las tierras dominadas por Lucifer. No fue grato estar ahí. Tuve que hacer un largo camino para llegar hasta él, pero para eso necesitaba armas. Mientras caminaba encontré los restos de un guerrero caído. Tomé su armadura y sus armas y me las equipé.
Mi primer enfrentamiento fue con una criatura que avanzaba por debajo de la tierra pero podía ver su sombra. Se alzó y pude ver su aspecto físico. Era un esqueleto viviente, pero sus huesos eran muy blancos. No parecían estar en putrefacción. Pude notar que llevaba una alhaja en sus manos. Una vez pude derrotarlo, conseguí tomar el tesoro ganado. Era un collar que tenía un esqueleto esclavizado en un pentagrama encerrado en un círculo. Seguí mi camino. Cada zona estaba plagada de criaturas espeluznantes, almas corrompidas y en pena, bestias y demás.
Habían pasado ya unos meses y yo continuaba luchando, combatiendo y buscando al Rey del Terror. Con cada criatura que asesinaba me hacia más fuerte. Sólo unos pocos tenían tesoros. Hasta que de la nada se me cruza uno de los ángeles caídos, seguidor de Lucifer. Me ofreció una oferta que no pude rechazar. Me dijo:
_ Hola joven guerrero. Me he enterado de que quieres ver al Gran Ángel Caído. Si eres capaz de de derrotarme, puedes quedarte con mi tesoro que te llevara directo hasta nuestro Señor. De lo contrario, tu alma será entregada a un lacayo torturador y se quedará para siempre en éste lugar.
Como dije, no pude resistirme y acepté el reto. Fue una batalla muy pareja con un final muy sangriento. Lo primero que hice fue desprenderle sus alas para reducir su agilidad. Luego le atravesé, de lado a lado, mi espada por su brazo izquierdo. No podía hacer mucho sin un brazo ni sus alas así que, sin pensar, en cual iba a ser su próximo ataque, me apresure a enterrarle mi espada en su abdomen dejándolo ya sin la posibilidad de atacar. Escupía sangre. Estaba totalmente fuera de combate pero no lo di por terminado. Le di una patada en su pecho para dejarlo boca arriba y así hacer mi próximo ataque. Levante mi espada y la dejé caer a toda velocidad impactando en su cuello. Literalmente le había arrancado la cabeza. Rodó un par de metros por el suelo púrpura. Tomé el tesoro que había dejado caer. Era un anillo de calavera pero en sus ojos tenía incrustados unos diamantes escarlata, puros y divinos. Tomé la cabeza del ángel y me fui directo ante la presencia del Rey Oscuro. Le mostré la cabeza, se había quedado sorprendido y a la vez muy enfadado. Me pregunto:
_ ¿A que se debe tu presencia a mis dominios?
_ Vengo en busca de poder.
_ ¿Quieres más con todo lo que tienes? Derrotaste a uno de mis hermanos ¿No te alcanza con eso?
_ Quiero controlar a un ejército. Quiero tener mis propias tierras. Quiero que me teman.
_ Al venir a mis dominios, matar a muchas de mis bestias, asesinar a uno de mis hermanos y volver a la superficie vivo, te convierte en alguien poderoso y temeroso. Llévate ese trofeo, te lo mereces -Lucifer se levanto de su trono y abrió un portal- crúzalo. Te llevará de vuelta a la superficie.
Me despedí de Él y crucé el portal. Los dibujos en el suelo empezaron a brillar cada vez más. De él emergí yo, portando la cabeza de ángel como trofeo. Entonces Lothus me pregunta:
_ ¿Como? ¿Tan rápido? Apenas dos horas pasaron.
_ ¿Cómo que dos horas? Yo he estado meses luchando contra bestias del infierno y buscando a Lucifer para luego descubrir que yo mismo tuve que ganarme lo que buscaba. Pero bueno, eso ya no importa. Tengo que conseguir que la gente me tema, ahora tengo más poder que cualquier otra persona en el mundo.
Y así fue como, con esfuerzo y esmero, logré conseguir lo que tanto anhelaba.
