Por un hecho inexplicable o
simplemente por no decirlo, tu sales corriendo de tu casa hacia ningún lugar.
Son las 3 de la mañana. Todo esta muy oscuro, sientes voces a tu alrededor,
sientes que te miran como si estuviesen al acecho para golpearte. Puedes escuchar también sus respiraciones a causa
de una ligera liberación de toxinas en tu cerebro. Sientes mucho frío y estás
sola. Un escalofrío te recorre por la espalda y tu, pensando que hay alguien
detrás, pero te das la vuelta y hay solo viento. De repente escuchas pasos,
como si alguien estuviese corriendo hacia a ti. El miedo te sube, la
desesperación de salir del lugar muy elevado. Te tapas los oídos con las manos
y cierras fuertemente los ojos pretendiendo que para cuando los abras, todo se
tranquilice. Abres los ojos y ves una sombra que pasa a tu lado. Es el
delincuente. Pudiste ver que en su mano llevaba un revólver. El sudor comienza
a notarse y recorre tu frente. Tu respiración se agita y tu ritmo cardíaco es
muy elevado. El miedo te tiene acorralada. Y de repente ves que el delincuente
regresa, pero esta vez acompañado de un tenebroso payaso mal humorado, su
cómplice. Vienen directo hacia ti. Sus ojos se decoloran y se vuelven
amarillos. Dejan caer sus armas. Tus lágrimas comienzan a asomarse y a sumarse
al resto de los sentimientos. Te decides a correr en dirección contraria a
ellos, te das y la vuelta y ves a un enjambre de insectos caminando y volando
hacia ti a una marcha lentamente torturadora. Los ruidos de los insectos te
perturban a tal modo de llegar a gritar del temor para que alguien te rescate.
Todos ellos se elevan al aire y logran hacer una especie de cúpula. Te
encierran y traen consigo la oscuridad. Solo puedes divisar los ojos de ambos
fantasmas contemplando tu sufrimiento. Tu sentada en el suelo gritando,
sintiendo miedo... Mucho miedo. La sensación de que te falta el aire te llena
los pulmones, el corazón pierde el control y está niveles críticos. Te falta el
aire, no ves nada, sientes mucho miedo, te pones a llorar desconsoladamente. De
repente el suelo se abre y surgen agujas... jeringas. Los insectos los elevan y
los acercan hacia ti. Tú, acostada en el suelo, llorando, gritando, faltándote
el aire, con ataques cardíacos, y sola en la oscuridad. Intentas abrir los ojos
y puedes ver el techo de tu habitación.
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